El día que el gozo le serruchó el piso a la amargura
Cuando era inf értil la amargura era mi musa, era tan intensa que habría podido escribir bibliotecas enteras en su honor. Pasa que era una flor de pasión, no era una de esas amarguras pesimistas, monótonas y marrones, eso jamas. Era mas bien exuberante e impulsiva, intermitente y voraz. Cuando le entraban ganas me poseía y me congelaba la sonrisa, me humedecía la mirada, y pesaba un universo sobre mi. Creo que me encog í 10,5cm siendo inf értil, quizás 11. La mañana en que nacieron mis mellizos desterré a la amargura con un portazo de indiferencia. Doy fe de que los ojos son las ventanas del alma, porque al mirar a mis bebes se me metió al corazón, como por una ventana abierta por descuido, una ráfaga de alegría tan violenta, que lo puso patas para arriba, lo poseyó y se declar ó patrona y protectora de todos los confines de su territorio. Le di la espalda a la amargura pero ella, acostumbrada como estaba a poseerme por antojo, no se resign ó tan fácil. Se qued ó ...